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domingo, 30 de septiembre de 2007

Nam - Capítulo 4

Mucho más tarde, la taberna parecía un poco triste ya sin nadie. Era más de medianoche y sólo quedábamos Elisa y yo. Sally hacía quince minutos que se había metido en la trastienda; y nosotros ya estábamos terminando el arreglo del local, pues haciendo gala de mi caballerosidad, le propuse ayudarla en la faena.
Me parecía extraño que luego de tanto tiempo de conocer la taberna, me viera envuelto en el arreglo y aseo de la misma. Pero el sólo hecho de estar junto a Elisa me hacía olvidar donde estaba.

Durante la labor, que se alargó por poco más de una hora; hablamos de miles de cosas; entre ellas de su infancia, de sus padres y de como había venido a parar aquí. Yo le relaté la historia de mi familia, que es la historia de mi vida misma. Y me extendí hablándole de mis sueños y mis pasiones, como nunca lo había hecho con nadie. Tal vez porque nadie había puesto tanta atención ni tanto interés en lo que yo decía; o por lo menos eso fue lo que a mí me pareció. En fin, que terminamos riéndonos de todas las anécdotas que nos habíamos contado uno al otro, sin damos cuenta de que era ya muy tarde. Ella se alarmó mucho cuando por casualidad miró el antiguo reloj que estaba encima de la puerta de la taberna.



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Santo cielo, Al.......son casi las tres.
_Es cierto.
Dije yo entre apenado y molesto por la inminente culminación de la charla.
_Si, es mejor que me vaya
Agregue luego en tono de disculpa.
_Espero no haberte molestado acortando tu descanso con mis aburridas historias. En verdad no me di cuenta de la hora.
_Por favor, Al.
Ya no me decía "señor”.
_Me divertí mucho esta noche. Y no te disculpes conmigo pues sé que para ti también es tarde.
Le sonreí viéndole a la cara y luego levantándome de la silla, me arreglé un poco el cabello.
_Espero volver a verte.
Dije bajando luego la vista, como temiendo una negativa. Y agregué en tono de broma,
_Para quitarte el sueño otra vez, digo.

Ella se sonrió y se me acercó, hasta que casi rozaron sus labios con los míos, y con su suave voz me dijo en un susurro.
_Yo también deseo volver a verte Al.
Se dio cuenta de que se había acercado mucho cuando vio el color en mis mejillas; entonces se retiró suavemente y se dirigió apresuradamente a la entrada de la taberna para abrirme la puerta.
Ya afuera, me metí mis manos en los bolsillos del pantalón en un gesto por ocultar mi poca experiencia ante situaciones como esa; donde siempre pensé que el hombre llevaría la iniciativa.

Ella me miraba desde el portal como esperando algo antes de despedirnos. Ya habíamos quedado en salir juntos el sábado por la mañana (su día libre) para ir a pescar truchas en Great Peconic Bay.
_Hey Al....no se te olvida algo.

Yo la miré extrañado, pensando si habría omitido algún detalle de nuestra salida de mañana. De pronto se me acercó como la primera vez y pude ver claramente el brillo de su mirada, y al mismo tiempo sentir el agradable calor de su aliento cuando me dijo.
_Se le olvidó despedirse "señor".

Y súbitamente me estampó un delicado y rápido beso en la mejilla izquierda, luego me miró un momento a los ojos y sonrió al ver mí tonta expresión de niño apenado. Rápidamente se introdujo en la estancia y cerró la puerta sin dejar de mirarme. Luego escuché como sus risas se perdían en la trastienda de la taberna.

No sé exactamente cuánto tiempo permanecí parado frente a la taberna viendo la desvencijada puerta, y sintiendo todavía el calor de sus labios en mi mejilla. Sólo recuerdo que el viento primaveral movía mis cabellos mientras seguía mirando la puerta. Hasta que el ruido de un auto me sacó de mi ensimismamiento, devolviendo mi mente a la realidad. Recuerdo muy bien esa noche, pues al llegar a la granja ya todos dormían. Mi madre había dejado un trozo de pastel con un vaso de leche junto a la cocina con una nota dirigida a mí.

Albyn querido, sabía que llegarías tarde, pues el señor Charles vino a traer unos documentos que tú le pediste y me dijo que te había visto entrar en la taberna. Aquí tienes un trozo de pastel por si regresas con hambre, aunque estoy segura de que Sally no habría permitido que salieras de allí con el estómago vacío. Te quiere....
Mamá.


Que bien me conocía mamá. Guardé el pastel que tenía aspecto de estar delicioso junto con la leche en el refrigerador y me fui a dormir. Lo cual no pude hacer, pues pasé el resto de la noche pensando en Elisa.





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sábado, 29 de septiembre de 2007

Nam - Capítulo 3

La conocí un soleado día, en una hermosa y cálida primavera hace ya tres años; todavía recuerdo el día en que la vi por primera vez. Era viernes en la noche; lo recuerdo muy bien, pues todos los viernes yo solía salir tarde del banco del pueblo, luego de arreglar innumerables cuentas y documentos con el señor Charles, el gerente.

Ese día me había demorado más de lo común; y cuando salí rumbo al auto, escuché el alegre bullicio de la vieja taberna de Will, que quedaba a media calle más arriba.

¡Diablos…¡ pensé, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que había estado en la taberna. En ese momento recordé con emoción las incontables historias de guerra que allí escuchara y casi sin pensarlo me dirigí a ella como impulsado por los recuerdos del ayer. Al acercarme pude notar la blanquecina luz que brotaba de sus sucias ventanas y escuchar algunas voces que reconocía desde niño, pude también percibir el grato olor de las chuletas de ternera recién hechas, ya famosas en la comarca como las chuletas de Will.



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Aunque el viejo Will hacía más de un año que había muerto, su leal camarera Sally, un poco más vieja y más gritona, se había encargado del negocio y no lo hacía nada mal. Lo único malo, según decía la gente, era que cerraba más temprano, para hacerse cargo de los hijos del viejo. Cuatro pequeños bribones, nacidos de dos madres diferentes, pero que Sally cuidaba y educaba como si fueran suyos.

Con tanto trabajo y responsabilidades, Sally se vio en la necesidad de contratar a alguien para ayudar en la taberna, pues la afluencia de forasteros era cada vez mayor a la hora de comer. Fue así como le ofreció el trabajo a su prima segunda Elisa, quien vivía en Eastport a unas 20 millas de Southampton.

Elisa había trabajado siempre con su padre en el ferrocarril pero cuando éste murió a causa de una colisión de trenes, no pudo seguir viviendo en la casa que tantos recuerdos le traía y decidió aceptar el trabajo de camarera en nuestro pequeño pueblo.

Aquella noche decidí entrar en la taberna, para tomar una cerveza o quizás para recordar mí fugaz infancia dentro de esas cuatro paredes. Como siempre, Sally se me acercó y estampó en mis mejillas, dos grandes y sonoros besos, luego me abrazó asfixiándome con sus enormes pechos mientras me decía con su chillona, pero encantadora voz maternal:
_Al, pequeño mío,
Tomándome del brazo me llevo hasta una mesa vacía.
_ ¿Viniste a visitar a la vieja Sally eh? Dime. ¿Cómo está tu padre?...... ¿todavía insiste en que vaya a enseñar a tu madre a cocinar?...... ¿ya le gustan los pasteles de tu madre?
Casi me obligó a sentarme y luego de haberlo hecho, me alisó cuidadosamente con sus manos regordetas los cabellos que caían en mi frente.
_Bueno pequeño, que quieres que te sirva....¡tienes tiempo que no vienes por aquí! ¿Acaso olvidaste el sabor de mis chuletas eh?.
_Solo quiero una cerveza Sally-
_Oh sí, una cerveza. Casi olvidaba que ya eres un hombre, si, si, si…Todo un hombre.
Me señalo con su gran dedo índice mientras lo movía de arriba abajo en un gesto entre maternal e inquisitivo
_Pero no importa cuan grande seas, para mi serás siempre el pequeño Al.
Lo dijo con una mezcla de miedo y tristeza; como si el hecho de haberme hecho mayor hubiera borrado un poco la magía de épocas pasadas aún claras en la memoria de ambos.
Y volvió a estamparme otro de sus melosos besos, esta vez en la frente. Luego retrocedió un poco mientras se arreglaba el sucio y ajustado delantal y tomando un tono de voz más severo dijo.
_Ya vengo con tu cerveza y con un par de chuletas que te comerás aunque tenga que obligarte querido. Y se alejó con el característico vaivén de su abundante trasero.

Yo ya sabía que bajo esa amenaza sería imposible negarme; así que me arreglé la servilleta al cuello y apoyé mis brazos en actitud de espera sobre la gastada mesa, mirando con aire indiferente a mí alrededor.

Hbía mucho humo en la taberna y en el aire se respiraba una mezcla de comida, whisky y diferentes tipos de tabaco. En ese instante comencé a darme cuenta y a fijarme con más detalle de las personas que me rodeaban, iba fijando la vista en los presentes de uno en uno, tratando de recordar sus nombres perdidos en la memoria de mi infancia. Allí estaba, el viejo Tom con sus dos hijos, cenando juntos, luego del duro trabajo en los muelles. También Samuel Torpin, el dueño de la tienda de abarrotes del pueblo, y junto a él, su esposa María tan callada y bella, como siempre, quién en ese preciso momento me miró divertida dirigiéndome una sonrisa. En la barra, estaban los hermanos Cartian charlando con unos desconocidos, tal vez de Nueva York, por sus vestimentas. Un poco más allá, cerca de la vieja pero actualizada rocola, el bullicioso círculo de granjeros del pueblo, quienes se reunían después de la faena para contar chistes e historias mientras tomaban algunas cervezas. Casi siempre salían borrachos y eran los que más se quejaban que Sally cerrase tan temprano.

Fue, cuando paseaba la vista nuevamente por la barra que me di cuenta que había alguien más detrás de la misma. Sí, era una mujer, de espaldas, un poco escondida detrás del grupo de los forasteros, parecía limpiar algún tipo de jarra con un feo trapo amarillo. No fue sino hasta que se movió un poco a la izquierda, para guardar las jarras limpias cuando pude verla mejor.

Pude verle el rostro algo iluminado por la tenue luz de la lámpara de cristal, un poco grasienta que pendía del techo de la barra. Su rostro era joven y hermoso desde esta distancia y aunque vestía un sencillo traje azul de camarera, se notaban sus firmes curvas llenando el vestido y acentuando la gracia de sus movimientos. Esas fueron mis primeras impresiones de ella.

Pude notar que no llevaba maquillaje, lo que la hacía verse más niña de lo que era. Calculé que tendría unos 17 o 18 años. Ella no había advertido mi presencia todavía, así que seguí viéndola por largo tiempo mientras llenaba jarras de cerveza con extraordinaria habilidad y se limpiaba luego las manos con su trapo amarillo.

Me quedé tan distraido mirando a la hermosa chica, que me sorprendí cuando vi a Sally que se me acercaba sosteniendo en la mano derecha un gran plato de humeantes chuletas con verduras cocidas sumergidas en un misterioso y delicioso aderezo. Debo agregar que la receta era un secreto en la comarca heredado de los conocimientos culinarios del viejo Will. En la mano izquierda sostenía una gran jarra de espumosa y fría cerveza.
_Aquí tienes pequeño _ Y de más está decirte que va por cuenta de la casa.

Me miró tiernamente como esperando una respuesta. Al sentir el tibio olor de las chuletas y mirar la tierna y roja carne, me di cuenta que realmente estaba hambriento. Pero sólo se me ocurrió decir.
_Gracias Sally....se ven deliciosas.

Con un gesto de satisfacción se disponía a alejarse para atender a otros clientes cuando le dije.
_Espera Sally….perdona…
Le dije sin poder ocultar una sonrisa y viéndola directamente a los ojos.
_ Me gustaría saber quién es la chica de la barra…no la había visto por aquí antes.
Noté que mi tono de voz fue un poco titubeante pero sentí que lo había dicho sin rodeos.

Ella volvió su gran cabeza hacia la barra, como si hubiera olvidado que había alguien más allí y luego giro su rostro lentamente y me miró con una sonrisa pícara.
_Ten cuidado muchacho…
Dijo cariñosamente, pero con con tono firme y algo autoritario tal vez.
_Ella es mi prima Elisa… Hija de Ethel, mi tía…la que vive en Eastport. No es cualquier chica, y no permitiré que lo sea. Pero te conozco y eres un buen muchacho, así que te la presentaré.
Se volvió bruscamente mientras se limpiaba los restos de humedad de las manos con su delantal.
_Eh!. Eli......ven aquí, querida.
Gritó en un tono de invitación.
Elisa estaba de espaldas y se giró en redondo mirando en nuestra dirección frunciendo un poco el ceño mientras se limpiaba las manos con el sucio trapo amarillo sin siquiera mirarlo, luego se acercó con ligereza y gracia moviéndose entre la gente y las mesas.
Cuando la tuvo cerca, Sally le sonrió y abrazándola como a una hija le arregló los desordenados cabellos y le susurró.
_Quiero que conozcas a alguien. _Dándole un empujoncito en mi dirección. Éste es Albyn Mc Rian, hijo de Jhon Mc Rian, quién junto a su padre y a su abuelo fueron unos de los primeros pobladores de la comarca. Antes de llegar el ferrocarril ellos ya estaban aquí, así que como verás desciende de los primeros irlandeses que llegaron a Long Island, allá por el año.......
_1860; _Interrumpí, _Yo creo que la señorita no querrá escuchar toda la historia de la familia Mc Rian, la verdad es muy aburrida
Agregué,
_O por lo menos no de tus labios Sally. Creo que tengo datos más precisos sobre mi familia que tu. ¿No crees?.
_Bueno, bueno, Al, te presento a mi prima segunda, Elisa Donelli. Y está aquí para ayudarme un poco, así que no le quites mucho tiempo pues falta mucho por hacer.

Dicho esto, nos miró seriamente primero a Elisa y luego a mí. Después, y tal vez sintiendo nuestra incomodidad ante la situación que ella misma había creado, dio media vuelta y se fue murmurando:
_Vaya.......Dios los cría y yo los junto.

No pude reprimir una sonrisa y mirándola note que ella también me sonreía. Entonces pude darme cuenta de lo hermosa que era.

Tenía los ojos de un verde intenso, como esmeraldas fantásticas de un cuento de hadas. Sus labios eran tan finos como los pétalos de una flor, y su cabello desordenado caía a mechones sobre su frente dándole un aspecto angelical. Debo haber pasado mucho tiempo observándola pues de pronto se ruborizó… Y entonces noté que ella también se había quedado distraída mirándome. Algo avergonzada bajó un poco la vista y me dijo.
_Se le van a enfriar las chuletas, señor Mc Rian.
Sentí por un momento subir color a mi cara y agregué.
_Oh por favor....Llámame Al. Aquí nadie me dice señor Mc Rian.
_Muy bien señor Al.
Dijo, mientras jugueteaba con el trapo amarillo que sostenía en las manos. _Realmente...bueno...Si me gustaría escuchar la historia de su familia.
Dijo en tono distraido y tranquilo.
Luego desvió la mirada hacía Sally que atendía a los clientes de la mesa contigua.
_Pero estoy muy ocupada en éste momento, y no quiero que Sally se moleste.
Dijo volviendo a bajar la mirada para no enfrentarse a mis ojos.

Muy pocas veces había salido yo con chicas, debido al trabajo de la granja. Y tenía poca experiencia con ellas, pero algo en esos ojos me impulso a decir, bajando yo también la mirada por temor a una negativa:
_¿A qué hora sales de la taberna?......quiero decir…
Dije tragando saliva y sintiendo un nudo en el estómago
_Me gustaría verte cuando salgas.......es decir
Sentí como mi corazón latía a mil por hora y por un momento pensé que me iba a desmayar.
_Sí es posible…
Agregé tragando saliva.

Me sentía como un tonto pues sabía que una chica tan bella como Elisa seguro tendría más de un pretendiente.

Me arrepentí casi inmediatamente de lo que dije imaginando la negativa con que ella me despediría. Pero me sorprendí mucho cuando dijo mostrándome con una sonrisa sus blanquísimos dientes:
_Oh señor Albyn, Apenas nos conocemos.
Dijo en un tono que denotaba vergüenza y aceptación a la vez,
_Usted me parece apuesto y educado, pero......no cree que sea demasiado pronto para una cita.
Se puso ambas manos en la cintura y ladeo un poco el cuerpo mientras me miraba
_Pero no es una cita.
La interrumpí.
_Solo me gustaría charlar un poco contigo….Es todo.
_Muy bien…hum…este…
Dijo algo insegura,
_Yo duermo en la trastienda con Sally, así que no puedo salir hasta después de terminar el trabajo posterior al cierre. Pero si usted quiere, luego que cerremos puede quedarse mientras hago la limpieza. Si no le molesta ver el trabajo de dos mujeres claro.

En ese momento se escuchó la chillona voz de Sally.
_Eli...... querida. Ven, necesito tu ayuda en la cocina.

Se alisó rápidamente el sencillo traje, se cambió el trapo amarillo de mano y se alejo diciendo:
_Disfrute sus chuletas señor Albyn.

La vi alejarse con dirección a la cocina y mientras caminaba dándome la espalda, no pude quitar la vista de las perfectas formas que se dibujaban bajo el vestido. A la vez que pensaba, si no estarían preocupándose en la granja debido a mi tardanza. Así que apresuré la comida, y la cerveza algo nervioso, con la imagen de Elisa en mi mente. Aunque no sabía por que me apresuraba, ya que había decidido esperar a ver que pasaba.


viernes, 28 de septiembre de 2007

Nam - Capítulo 2

CAPITULO 2

En aquel tiempo, mi padre poseía una hermosa granja, cercana a la gran bahía de Peconic, herencia de mí abuelo. Y en ella nos dedicábamos enteramente a la cría y venta de patos Pekín, una especie de pato originaria de China, que se cree fue introducida en los Estados Unidos por el capitán Clipper allá en el año 1873; y por cuya cría para el consumo se conoce actualmente a Long Island como el mayor y mejor criadero de estas aves del continente americano.

En la granja aprendí, cuando aún era un niño, todo lo que un hombre debe saber en la vida, como decía mi padre, ya que nunca pude asistir a la escuela. Lo que no ocurrió con el pequeño Calmon, quien si pudo recibir una buena educación y pagar sus estudios, gracias al sacrificio de los míos. Tal vez por eso mis sentimientos hacia él eran siempre antagónicos e indiferentes. Además nos llevábamos siete años de diferencia, lo que hacía más difícil comunicarnos, y aunque mi hermano siempre trató de acercarse a mí, yo siempre encontraba una excusa para alejarme de él, tal vez pensando que debido a su elocuencia y cultura, no podría yo mantener una conversación con mi hermano menor, sin hacer obvia mi ignorancia.



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Mi infancia no pasó de ser más extraordinaria que la de cualquier otro chico, de hecho ahora sólo tengo muy vagos recuerdos de esa época en que todo eran risas y juegos con los niños de las granjas vecinas. La etapa que realmente determinó mi vida fue la adolescencia, donde finalmente me di cuenta de lo que realmente quería hacer en el futuro.

En aquel entonces contaba con 17 años recién cumplidos, y era yo el que realmente mantenía a la familia, pues gracias a mi trabajo de turno completo en la granja, ésta comenzó a producir verdaderas ganancias, pues mi padre era un completo desastre como administrador, lo que me obligó a tomar las riendas del negocio y poco a poco la fui sacando adelante. Fueron muchos meses y luego años de duro trabajo de sol a sol, pero también fueron días de reflexión sobre mí y mi futuro, pues no esperaba ser un granjero de patos para toda la vida.

Recuerdo que muchas veces cuando terminaba la labor del día, caminaba hasta la costa y me sentaba a contemplar el atardecer bajo un gran manzano sembrado por mi tatarabuelo hacía ya más de un siglo. Era entonces observando el anaranjado crepúsculo y sintiendo la suave brisa marina acariciar mi rostro, que cerraba los ojos y me transportaba a mi privado mundo de fantasías. Volvía a soñar, como cuando era niño, y me volvía a ver a mi mismo luchando en encarnizados combates contra enemigos imaginarios. Nunca me percataba de cuanto tiempo pasaba allí, hasta que sentía a miles de ojos fulgurantes observándome desde lo alto del oscuro cielo. Era entonces cuando me levantaba, todavía entumecido por el largo tiempo sentado y me dirigía hacia la casa, sintiendo el hambre y él cansancio producto del trabajo de otro día.

No fue sino hasta 1966, año en que cumplí los 23 de edad, que comencé a pensar seriamente en ingresar en la infantería aerotransportada. Ya en ese tiempo se sabía en todo el mundo que a los americanos no les sería tan fácil como pensaron sacar a los Viet Congs de Vietnam, pues la guerra se había extendido más de la cuenta y el flujo de tropas norteamericanas hacia el Sudeste Asiático se incrementaba cada día más. Tampoco era desconocido el número de bajas de nuestras tropas con cifras muy alarmantes.

Después de largos y duros años de trabajo, había quintuplicado el número de animales de la granja, que ciertamente producía suficientes ganancias como para haber abierto una oficina en el pueblo el año pasado y contar con un modesto personal de cinco asistentes y un capataz, además de un pequeño equipo de empaque y refrigeración. Los patos “McRian” ya se vendían en estados con nombres tan distantes para mí como Dakota del Norte, Michigan o Florida, y el mercado local casi nos quitaba el producto de las manos; eso debido a que nuestros patos habían adquirido cierta fama en la costa norte, zona de donde provenía la mayor demanda.

Fue por todo eso que decidí que había llegado el momento que por tantos años esperé. Y una invernal tarde de principios de Diciembre, luego de mi trabajo en las oficinas me dirigí a la casa, que había sido remodelada recientemente, resuelto a hablar con mi padre al respecto de lo que tenía en mente.

Lo encontré puliendo su más reciente adquisición, un Oldsmobile último modelo, fruto de nuestra nueva pero bienvenida riqueza.
_Hey Al, mira que línea hijo.
Me dijo al tiempo que se volvía y abría la pesada capota del motor.
_Mira esto... ¿qué te parece eh? Con esto iré tan rápido como el viento.
_Papá, debo hablarte un momento por favor.
Dije sonriendo pero en tono serio.
_ ¡Ahhhh...! y no has visto nada, deja que lo encienda y oirás a los ángeles cantar. Que perfección... que estilo.
_Papá es importante... Yo…
_Y lo mejor de todo hijo, nadie más lo ha conducido; lo trajeron directo de Detroit en un gran camión... ¿quien iba a pensarlo eh? El viejo Jhon McRian dueño de esta hermosura. Yo jamás pensé que.....
_Tuve que gritar diciendo.
_¡ Papá !... ¡ te quieres callar de una vez y prestar atención a lo que tengo que decir! _En verdad no estaba irritado pero lo qué iba a decirle era muy importante para mí.
Me miró entonces con esos ojos serios que demostraban preocupación, en una expresión que hacía años no había visto.
_Perdona hijo es sólo que... bueno, el auto, tú sabes.
Lo tomé por un brazo, sintiendo por primera vez lo débil y flácido de su carne y recordando vagamente lo robusto que fuera hace algunos años, luego lo conduje lentamente a la casa, observando que su cojera se había acentuado un poco más desde la última vez que me fijara en ello.
_ ¡Vamos papá!, Entremos. Está comenzando a hacer frío.

Fue entonces cuando noté que en su rostro se notaba cierto cansancio y la preocupación le daba una expresión sombría. Ya adentro lo hice sentar en su sillón de cuero de búfalo sin dejar de ver como temblaban ligeramente sus manos al acariciar la fina piel del mueble. En esa época ese temblor en las manos era asociado a la edad, con el tiempo llegó a conocerce como la enfermedad de Huntington.

Sonrió mientras sacaba uno de sus grandes cigarros del bolsillo de su chaqueta, y encendiéndolo me dijo en tono de broma.
_Bueno, y qué es lo que quiere mi muchacho.

Pero viendo que yo no había dicho palabra alguna, recostó su espalda en el mueble y expulsando una gran bocanada de humo, me dijo en un tono más serio.
_Espero tus palabras hijo, si hay algún problema en la granja sólo dímelo y lo resolveremos juntos.
_No, no es la granja papá.
_Si es por falta de dinero, yo tengo algo ahorrado en...
_No papá... no es de dinero de lo que vengo a hablarte.

De pronto me miró como si ya supiera de cual tema iba a hablarle... y sonrió diciendo.
_Ah... es de esa muchacha que trajiste a cenar la semana pasada... me parece una buena chica, por lo menos a tu madre le agradó. ¿Cómo se llama?.._Hizo una pausa- _Humm ¿Lisa?, lo siento olvidé su nombre... humm.
_Elisa papá, pero esto que quiero decirte no tiene nada que ver con ella.
Bueno, pensé… Tal vez si tenga que ver con ella después de todo.
_ ¿Quieres decirme de una vez de que demonios se trata Albyn.
_Papá,
Dije, llenando de aire mis pulmones y mirándolo de frente. _He decidido alistarme en la división aerotransportada del ejercito, creo que la granja estará bien sin mi y deseo realizar mi sueño de luchar por nuestra patria…

Vi de pronto como su arrugado rostro cambiaba de la preocupación a la alarma, se levantó despacio de su sillón y se dirigió al cenicero de la mesa cercana para apagar su cigarro, luego se giró, respiró profundamente y muy lentamente se me acerco sin decir palabra alguna, hizo una mueca como tratando de decir algo y luego con el rostro ya más sereno me dijo.
_Sabía que éste día llegaría, pero siempre pensé que me alegraría que mi hijo....es decir......un McRian, fuera al combate como lo han hecho por generaciones en nuestra familia, pero veo que este momento es más amargo de lo que esperaba.

Luego de pensar por un momento, y sacar otro cigarro de su chaqueta, me dijo con un tono de súplica.
_Pero Al, hijo; no es necesario que te alistes, no te han solicitado aún, además el negocio marcha bien y para nadie es desconocido que fuiste tú con tu trabajo quien lo sacó adelante......hijo.....si te vas, quién se ocupará de la granja, cada día son mayores los pedidos, el próximo verano será necesario contratar más obreros. Tú bien sabes que no sirvo para eso, además ya estoy muy viejo y....
_Papá, _Lo interrumpí. _Ya lo tengo todo arreglado, la granja prácticamente se manejará sola, y Michael (nuestro capataz) ya es casi de la familia y conoce bien su trabajo. Últimamente me he dedicado sólo a supervisar, lo cual estoy seguro que harás tú muy bien. Por los momentos tenemos suficiente dinero ahorrado para comprar 2 granjas como esta, así que económicamente estarán tranquilos tú y mamá. Además, no voy a sentarme a esperar que me llamen, ningún McRian le ha tenido miedo a la guerra y no seré yo el primero.

Fue una equivocación haber dicho esto, y lo comprendí enseguida, pues mi padre todavía era el único Mc Rian que jamás estuvo en una guerra. Deseé no haberlo dicho, pero había hablado sin darme cuenta.

Papá recostó fatigado la cabeza en su sillón, y tratando de cambiar el tema dijo:
_ ¿Y qué me dices de Calmon?, _
Me dijo con tono triste.
_ ¿No lo incluiste en tus planes?
_Vamos papá. Calmon siempre ha estado tranquilo, alejado de los quehaceres de la granja y paseando con sus amigos de la preparatoria en todos los autos que compras. ¿Cuántos ha chocado en lo que va de año eh?, ¿tres......cuatro?
_No hables así de Calmon hijo, al chico le ha costado un poco aprender a conducir. Además no ha podido ocuparse de la granja debido a que ha estado estudiando mucho para poder ingresar en la Universidad.

Dicho esto y sintiendo miles de impulsos de odio reprimidos, simplemente no pude contener mi ira y grité irritado.
_ ¿Te sientes muy orgulloso no?.......Calmon McRian, el primer McRian que ingresa en la Universidad ¡¡eh!!....El hijo prodigio que con su gran sabiduría sacaría a los McRian adelante.

Mi madre que había permanecido escuchándolo todo desde la habitación contigua, entró ya con lágrimas en los ojos. Y viendo mi evidente consternación me tomó de las manos diciendo:
_Albyn querido, tu hermano sabe tan bien como nosotros, que si no hubiera sido por ti; nunca hubiera podido estudiar y llegar adonde ha llegado. El te quiere, sólo dale una oportunidad para demostrártelo. Siempre has querido mantenerlo alejado sin dejarle oportunidad de conocerte; él piensa que lo odias y no entiende por qué.......se que nadie te hará cambiar de idea con respecto a tu partida......pero quisiera que le mostraras a Calmon aunque sea un poco del cariño que yo sé que le tienes, eso hará que piense de ti de manera diferente y tal vez consiga unirlos de una vez por todas. Hijo prométeme que hablarás con el antes de partir....... ¿sí?

En ese momento no supe que decir, simplemente di media vuelta y salí de la estancia para dirigirme a la granja, el único lugar en donde me sentía a gusto, enfrentando al viento y al frío que ya comenzaba a aumentar. Ya estaba decidido, y me proponía irme de Southampton cuanto antes. Y sólo pensar en tratar de hablar con Calmon a estas alturas lo consideraba una pérdida de tiempo.

Sólo quedaba un pequeño problema por resolver… cómo lo tomaría Elisa…

Nam - Capítulo 1



Corría el mes de Abril de 1968, y ya la lluvia había hecho estragos a todo lo largo del río Mekong, y en especial en las riberas que circundan a Phnom Penh, capital de Cambodia; el río se desbordaba constantemente e inundaba las inmundas callejuelas dejando un rastro de barro y desperdicios que se apiñaban como torres a lo largo de las veredas.

Para los occidentales como yo, era casi imposible transitar por las estrechas calles sucias y malolientes. Pero los pequeños y harapientos habitantes de las riberas se mostraban imperturbables, y se podría decir que hasta acostumbrados a la inmundicia y hediondez reinante en su vecindario. Para ese entonces, no me mostraba muy amigable con esos "pequeños asiáticos", pues consideraba a cada uno de ellos como mis enemigos. Pero hoy, luego de tantos años ya no me importa ni pienso en ello, simplemente forma parte del pasado, de un pasado que muchos ni siquiera recuerdan y que todos quieren olvidar.

Para contarles esta historia, primero debo hablar un poco acerca de mí, y de cómo llegué al sudeste asiático, para verme envuelto en la única guerra en donde los norteamericanos debieron retirarse como perdedores.

Mi nombre es Albyn McRian y nací en Southampton, un pequeño poblado de pescadores y granjeros al noreste de Long lsland; desde muy pequeño siempre mostré mi inclinación por pertenecer a la infantería aerotransportada o mejor conocida como "Airborne".



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Recuerdo que mi padre solía llevarme a mí y al pequeño Calmon, mi hermano menor, en su vieja camioneta Ford a todos los desfiles del pueblo, y en especial al del día de los veteranos. Pero yo únicamente iba con la idea de ver a los excombatientes de las diferentes guerras, vestidos con sus gastados uniformes, mostrando gallardamente sus amarillos y relucientes botones que hacían juego con un calzado impecable.

Llevaban con orgullo las insignias y medallas que habían ganado en algún olvidado y lejano acto heróico. A veces me imaginaba por un momento estar desfilando junto a ellos, portando una gran gorra con el escudo de la infantería y tratando de llevar la marcha al compás de la música.

Después de pasar el desfile y atravesar toda la gran avenida del pueblo; me imaginaba también charlando en la taberna de Will sobre innumerables combates y anécdotas de guerra; ya que luego del desfile, mi padre siempre nos llevaba a la taberna a comer chuletas de ternera, lo cual era un lujo en nuestra familia; pero para mí, la diversión era doble, pues no me perdía ni una palabra de la conversación de los veteranos, y maldecía para mis adentros cuando era la hora de partir.

Recuerdo que en ese momento mi padre siempre decía lo mismo.

_Al, no creas ni la mitad de las historias de estos tipos, la mayoría de ellos ni siquiera disparó un tiro, los verdaderos héroes están a dos metros bajo tierra...¡sí señor!.

Después sacaba un gran cigarro del bolsillo de su gastada camisa de los domingos y lo olfateaba cual perro a su hueso, luego le daba un ligero y experto mordisco en la punta para escupirla luego en una mueca que conocía muy bien y completaba la frase mientras lo encendía diciendo.

_....Sí señor…a dos metros bajo tierra.

Se quedaba luego ensimismado y melancólico, tal vez pensando que fue el único de trece hermanos que no fue a la segunda guerra mundial, al no ser aceptado por tener una pierna tres centímetros más larga que la otra. Siempre se deprimía cuando pensaba en eso ó cuando alguien se lo recordaba, pues era tradición en la familia McRian el haber servido a la patria. Para nuestra familia era preferible haber muerto en combate que nunca haber estado en uno.

Cuando ya el tabaco se estaba terminando y el humo llenaba toda la estancia, llamaba con su voz ronca a Sally, la rolliza camarera de origen italiano, cuyo sucio delantal casi se rompía al no poder soportar el peso de sus abundantes senos, y con la mejor de sus sonrisas la halagaba comentando lo suculento de la comida.

_Algún día te llevaré a casa para que enseñes a mi mujer los secretos de la cocina.
Decía.
_No creo que tenga nada que enseñarle a la señora Mc Rian Jhon…
Agregó Sally, y continuó con un tono desinteresado.
_Pues es bien sabido que hace los mejores pasteles de la comarca...

_Oh Sally.
Dijo mi padre apagando el gran cigarro sobre el plato junto a los restos de la comida, ya fríos.
_Son los mejores… pues es la única mujer que los hace por estos lares y nadie jamás ha probado otros.
Lo cual era cierto, pero también era muy cierto que mi madre preparaba unos pasteles deliciosos, o por lo menos a mí me parecían los mejores del mundo.

Luego de su acostumbrada charla con la camarera, se levantaba perezosamente de la mesa, metía su mano derecha en el bolsillo del pantalón mientras su rostro hacía una mueca sinsinésica y extraía varios billetes de a dólar. Dejaba una buena propina, que sumado a la comida casi llegaba al sueldo de una semana; luego, y con una sola mano, cargaba al pequeño Calmon y lo encaramaba en su ancho y rojo cuello al tiempo que me guiñaba el ojo diciendo:
_Hijo, de vez en cuando hay que darnos un pequeño lujo para damos cuenta por qué trabajamos tanto.

Debido a lo abundante de la comida y al peso extra, se le notaba un poco más su cojera al caminar en dirección a la camioneta. Mientras lo hacía, iba saludando a todos los que se encontraba en la polvorienta calle rebosante de una extraña alegría; mezcla de satisfacción por la buena comida y el orgullo que sentía por nosotros, pues nadie dejaba de vernos y examinamos para verificar cuanto habíamos crecido desde la última vez que visitamos el pueblo.

Luego de eso, y ya de camino a la granja, me concentraba en recordar todas las anécdotas que pude alcanzar a oír en la taberna, y las memorizaba con la (entonces infantil) idea de poder utilizarlas algún día si me encontraba en combate, pues estaba seguro, de que en el futuro, cuando fuera mayor, me alistaría en las fuerzas armadas para así conservar la tradición de la familia McRian.

Mientras papá manejaba tranquilamente dejando una estela de polvo a nuestras espaldas, cerraba los ojos y me imaginaba combatiendo en innumerables batallas, hasta que la suave brisa y los olores silvestres del camino terminaban por convencerme de que me durmiera. Para luego despertar ya frente a la granja sintiendo el agradable aroma de los pasteles de mi madre, quien siempre nos recibía en la desvencijada puerta vistiendo su vieja y gastada bata rosa y su pañuelo siempre azul resguardando los ya canosos cabellos.


jueves, 27 de septiembre de 2007

Introducción

Este Blog está dedicado a todos aquellos que alguna vez tuvieron el deseo y las ganas de escribir algo, pero que debido diversas circunstancias nunca pudieron hacerlo.

Adentro...