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sábado, 29 de septiembre de 2007

Nam - Capítulo 3

La conocí un soleado día, en una hermosa y cálida primavera hace ya tres años; todavía recuerdo el día en que la vi por primera vez. Era viernes en la noche; lo recuerdo muy bien, pues todos los viernes yo solía salir tarde del banco del pueblo, luego de arreglar innumerables cuentas y documentos con el señor Charles, el gerente.

Ese día me había demorado más de lo común; y cuando salí rumbo al auto, escuché el alegre bullicio de la vieja taberna de Will, que quedaba a media calle más arriba.

¡Diablos…¡ pensé, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que había estado en la taberna. En ese momento recordé con emoción las incontables historias de guerra que allí escuchara y casi sin pensarlo me dirigí a ella como impulsado por los recuerdos del ayer. Al acercarme pude notar la blanquecina luz que brotaba de sus sucias ventanas y escuchar algunas voces que reconocía desde niño, pude también percibir el grato olor de las chuletas de ternera recién hechas, ya famosas en la comarca como las chuletas de Will.



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Aunque el viejo Will hacía más de un año que había muerto, su leal camarera Sally, un poco más vieja y más gritona, se había encargado del negocio y no lo hacía nada mal. Lo único malo, según decía la gente, era que cerraba más temprano, para hacerse cargo de los hijos del viejo. Cuatro pequeños bribones, nacidos de dos madres diferentes, pero que Sally cuidaba y educaba como si fueran suyos.

Con tanto trabajo y responsabilidades, Sally se vio en la necesidad de contratar a alguien para ayudar en la taberna, pues la afluencia de forasteros era cada vez mayor a la hora de comer. Fue así como le ofreció el trabajo a su prima segunda Elisa, quien vivía en Eastport a unas 20 millas de Southampton.

Elisa había trabajado siempre con su padre en el ferrocarril pero cuando éste murió a causa de una colisión de trenes, no pudo seguir viviendo en la casa que tantos recuerdos le traía y decidió aceptar el trabajo de camarera en nuestro pequeño pueblo.

Aquella noche decidí entrar en la taberna, para tomar una cerveza o quizás para recordar mí fugaz infancia dentro de esas cuatro paredes. Como siempre, Sally se me acercó y estampó en mis mejillas, dos grandes y sonoros besos, luego me abrazó asfixiándome con sus enormes pechos mientras me decía con su chillona, pero encantadora voz maternal:
_Al, pequeño mío,
Tomándome del brazo me llevo hasta una mesa vacía.
_ ¿Viniste a visitar a la vieja Sally eh? Dime. ¿Cómo está tu padre?...... ¿todavía insiste en que vaya a enseñar a tu madre a cocinar?...... ¿ya le gustan los pasteles de tu madre?
Casi me obligó a sentarme y luego de haberlo hecho, me alisó cuidadosamente con sus manos regordetas los cabellos que caían en mi frente.
_Bueno pequeño, que quieres que te sirva....¡tienes tiempo que no vienes por aquí! ¿Acaso olvidaste el sabor de mis chuletas eh?.
_Solo quiero una cerveza Sally-
_Oh sí, una cerveza. Casi olvidaba que ya eres un hombre, si, si, si…Todo un hombre.
Me señalo con su gran dedo índice mientras lo movía de arriba abajo en un gesto entre maternal e inquisitivo
_Pero no importa cuan grande seas, para mi serás siempre el pequeño Al.
Lo dijo con una mezcla de miedo y tristeza; como si el hecho de haberme hecho mayor hubiera borrado un poco la magía de épocas pasadas aún claras en la memoria de ambos.
Y volvió a estamparme otro de sus melosos besos, esta vez en la frente. Luego retrocedió un poco mientras se arreglaba el sucio y ajustado delantal y tomando un tono de voz más severo dijo.
_Ya vengo con tu cerveza y con un par de chuletas que te comerás aunque tenga que obligarte querido. Y se alejó con el característico vaivén de su abundante trasero.

Yo ya sabía que bajo esa amenaza sería imposible negarme; así que me arreglé la servilleta al cuello y apoyé mis brazos en actitud de espera sobre la gastada mesa, mirando con aire indiferente a mí alrededor.

Hbía mucho humo en la taberna y en el aire se respiraba una mezcla de comida, whisky y diferentes tipos de tabaco. En ese instante comencé a darme cuenta y a fijarme con más detalle de las personas que me rodeaban, iba fijando la vista en los presentes de uno en uno, tratando de recordar sus nombres perdidos en la memoria de mi infancia. Allí estaba, el viejo Tom con sus dos hijos, cenando juntos, luego del duro trabajo en los muelles. También Samuel Torpin, el dueño de la tienda de abarrotes del pueblo, y junto a él, su esposa María tan callada y bella, como siempre, quién en ese preciso momento me miró divertida dirigiéndome una sonrisa. En la barra, estaban los hermanos Cartian charlando con unos desconocidos, tal vez de Nueva York, por sus vestimentas. Un poco más allá, cerca de la vieja pero actualizada rocola, el bullicioso círculo de granjeros del pueblo, quienes se reunían después de la faena para contar chistes e historias mientras tomaban algunas cervezas. Casi siempre salían borrachos y eran los que más se quejaban que Sally cerrase tan temprano.

Fue, cuando paseaba la vista nuevamente por la barra que me di cuenta que había alguien más detrás de la misma. Sí, era una mujer, de espaldas, un poco escondida detrás del grupo de los forasteros, parecía limpiar algún tipo de jarra con un feo trapo amarillo. No fue sino hasta que se movió un poco a la izquierda, para guardar las jarras limpias cuando pude verla mejor.

Pude verle el rostro algo iluminado por la tenue luz de la lámpara de cristal, un poco grasienta que pendía del techo de la barra. Su rostro era joven y hermoso desde esta distancia y aunque vestía un sencillo traje azul de camarera, se notaban sus firmes curvas llenando el vestido y acentuando la gracia de sus movimientos. Esas fueron mis primeras impresiones de ella.

Pude notar que no llevaba maquillaje, lo que la hacía verse más niña de lo que era. Calculé que tendría unos 17 o 18 años. Ella no había advertido mi presencia todavía, así que seguí viéndola por largo tiempo mientras llenaba jarras de cerveza con extraordinaria habilidad y se limpiaba luego las manos con su trapo amarillo.

Me quedé tan distraido mirando a la hermosa chica, que me sorprendí cuando vi a Sally que se me acercaba sosteniendo en la mano derecha un gran plato de humeantes chuletas con verduras cocidas sumergidas en un misterioso y delicioso aderezo. Debo agregar que la receta era un secreto en la comarca heredado de los conocimientos culinarios del viejo Will. En la mano izquierda sostenía una gran jarra de espumosa y fría cerveza.
_Aquí tienes pequeño _ Y de más está decirte que va por cuenta de la casa.

Me miró tiernamente como esperando una respuesta. Al sentir el tibio olor de las chuletas y mirar la tierna y roja carne, me di cuenta que realmente estaba hambriento. Pero sólo se me ocurrió decir.
_Gracias Sally....se ven deliciosas.

Con un gesto de satisfacción se disponía a alejarse para atender a otros clientes cuando le dije.
_Espera Sally….perdona…
Le dije sin poder ocultar una sonrisa y viéndola directamente a los ojos.
_ Me gustaría saber quién es la chica de la barra…no la había visto por aquí antes.
Noté que mi tono de voz fue un poco titubeante pero sentí que lo había dicho sin rodeos.

Ella volvió su gran cabeza hacia la barra, como si hubiera olvidado que había alguien más allí y luego giro su rostro lentamente y me miró con una sonrisa pícara.
_Ten cuidado muchacho…
Dijo cariñosamente, pero con con tono firme y algo autoritario tal vez.
_Ella es mi prima Elisa… Hija de Ethel, mi tía…la que vive en Eastport. No es cualquier chica, y no permitiré que lo sea. Pero te conozco y eres un buen muchacho, así que te la presentaré.
Se volvió bruscamente mientras se limpiaba los restos de humedad de las manos con su delantal.
_Eh!. Eli......ven aquí, querida.
Gritó en un tono de invitación.
Elisa estaba de espaldas y se giró en redondo mirando en nuestra dirección frunciendo un poco el ceño mientras se limpiaba las manos con el sucio trapo amarillo sin siquiera mirarlo, luego se acercó con ligereza y gracia moviéndose entre la gente y las mesas.
Cuando la tuvo cerca, Sally le sonrió y abrazándola como a una hija le arregló los desordenados cabellos y le susurró.
_Quiero que conozcas a alguien. _Dándole un empujoncito en mi dirección. Éste es Albyn Mc Rian, hijo de Jhon Mc Rian, quién junto a su padre y a su abuelo fueron unos de los primeros pobladores de la comarca. Antes de llegar el ferrocarril ellos ya estaban aquí, así que como verás desciende de los primeros irlandeses que llegaron a Long Island, allá por el año.......
_1860; _Interrumpí, _Yo creo que la señorita no querrá escuchar toda la historia de la familia Mc Rian, la verdad es muy aburrida
Agregué,
_O por lo menos no de tus labios Sally. Creo que tengo datos más precisos sobre mi familia que tu. ¿No crees?.
_Bueno, bueno, Al, te presento a mi prima segunda, Elisa Donelli. Y está aquí para ayudarme un poco, así que no le quites mucho tiempo pues falta mucho por hacer.

Dicho esto, nos miró seriamente primero a Elisa y luego a mí. Después, y tal vez sintiendo nuestra incomodidad ante la situación que ella misma había creado, dio media vuelta y se fue murmurando:
_Vaya.......Dios los cría y yo los junto.

No pude reprimir una sonrisa y mirándola note que ella también me sonreía. Entonces pude darme cuenta de lo hermosa que era.

Tenía los ojos de un verde intenso, como esmeraldas fantásticas de un cuento de hadas. Sus labios eran tan finos como los pétalos de una flor, y su cabello desordenado caía a mechones sobre su frente dándole un aspecto angelical. Debo haber pasado mucho tiempo observándola pues de pronto se ruborizó… Y entonces noté que ella también se había quedado distraída mirándome. Algo avergonzada bajó un poco la vista y me dijo.
_Se le van a enfriar las chuletas, señor Mc Rian.
Sentí por un momento subir color a mi cara y agregué.
_Oh por favor....Llámame Al. Aquí nadie me dice señor Mc Rian.
_Muy bien señor Al.
Dijo, mientras jugueteaba con el trapo amarillo que sostenía en las manos. _Realmente...bueno...Si me gustaría escuchar la historia de su familia.
Dijo en tono distraido y tranquilo.
Luego desvió la mirada hacía Sally que atendía a los clientes de la mesa contigua.
_Pero estoy muy ocupada en éste momento, y no quiero que Sally se moleste.
Dijo volviendo a bajar la mirada para no enfrentarse a mis ojos.

Muy pocas veces había salido yo con chicas, debido al trabajo de la granja. Y tenía poca experiencia con ellas, pero algo en esos ojos me impulso a decir, bajando yo también la mirada por temor a una negativa:
_¿A qué hora sales de la taberna?......quiero decir…
Dije tragando saliva y sintiendo un nudo en el estómago
_Me gustaría verte cuando salgas.......es decir
Sentí como mi corazón latía a mil por hora y por un momento pensé que me iba a desmayar.
_Sí es posible…
Agregé tragando saliva.

Me sentía como un tonto pues sabía que una chica tan bella como Elisa seguro tendría más de un pretendiente.

Me arrepentí casi inmediatamente de lo que dije imaginando la negativa con que ella me despediría. Pero me sorprendí mucho cuando dijo mostrándome con una sonrisa sus blanquísimos dientes:
_Oh señor Albyn, Apenas nos conocemos.
Dijo en un tono que denotaba vergüenza y aceptación a la vez,
_Usted me parece apuesto y educado, pero......no cree que sea demasiado pronto para una cita.
Se puso ambas manos en la cintura y ladeo un poco el cuerpo mientras me miraba
_Pero no es una cita.
La interrumpí.
_Solo me gustaría charlar un poco contigo….Es todo.
_Muy bien…hum…este…
Dijo algo insegura,
_Yo duermo en la trastienda con Sally, así que no puedo salir hasta después de terminar el trabajo posterior al cierre. Pero si usted quiere, luego que cerremos puede quedarse mientras hago la limpieza. Si no le molesta ver el trabajo de dos mujeres claro.

En ese momento se escuchó la chillona voz de Sally.
_Eli...... querida. Ven, necesito tu ayuda en la cocina.

Se alisó rápidamente el sencillo traje, se cambió el trapo amarillo de mano y se alejo diciendo:
_Disfrute sus chuletas señor Albyn.

La vi alejarse con dirección a la cocina y mientras caminaba dándome la espalda, no pude quitar la vista de las perfectas formas que se dibujaban bajo el vestido. A la vez que pensaba, si no estarían preocupándose en la granja debido a mi tardanza. Así que apresuré la comida, y la cerveza algo nervioso, con la imagen de Elisa en mi mente. Aunque no sabía por que me apresuraba, ya que había decidido esperar a ver que pasaba.


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